¿Y si no fuera falta de fuerza de voluntad? Comprender la adicción a la comida
Todos hemos comido más de la cuenta alguna vez. Un trozo extra de pastel, una bolsa de patatas que desaparece sin darnos cuenta, o ese ataque nocturno a la nevera después de un día difícil.
¿Pero qué pasa cuando ese impulso deja de ser ocasional y empieza a tomar el control? No hablamos de gula ni de malos hábitos: hablamos de adicción a la comida.
¿Qué es exactamente la adicción a la comida?
La adicción a la comida no es simplemente “comer mucho”. Se trata de un patrón persistente, emocionalmente cargado y difícil de controlar, que lleva a la persona a comer incluso sin tener hambre física.
Suele girar en torno a alimentos ultraprocesados e hiperpalatables con altos niveles de azúcar, sal y grasa, texturas agradables, que estimulan regiones cerebrales asociadas con el placer de una manera similar a sustancias como el alcohol o la nicotina.
No es una exageración. Algunos estudios la equiparan a un trastorno por uso de sustancias. Y afecta a entre el 2 y el 11% de las personas en países occidentales. En EE.UU., ese número es aún mayor.
¿Cómo reconocerla? Algunos signos clave:
- Necesidad de consumir cada vez más cantidad de ciertos alimentos para sentir alivio o placer.
- Pensar constantemente en la comida, organizar la vida alrededor de cuándo y qué se va a comer.
- Seguir comiendo a pesar de sentirse mal física o emocionalmente.
- Irritabilidad, ansiedad o tristeza cuando se intenta dejar de comer ciertos alimentos.
Estos comportamientos generan un sufrimiento real. Y no se resuelven simplemente “poniendo de tu parte”.
¿Por qué ciertos alimentos son más difíciles de dejar?
No es casualidad. Los alimentos ultraprocesados están diseñados para activar la dopamina, el neurotransmisor del placer, de forma intensa y rápida. Esta respuesta, especialmente en zonas como el núcleo accumbens del cerebro, refuerza el deseo de repetir la experiencia. Cuanto más se consume, más se necesita para obtener el mismo efecto. Exactamente como ocurre con una droga.
¿Qué hay detrás de la adicción? No es solo hambre emocional.
La raíz de este problema es compleja. Se trata de una interacción entre tres factores:
- Biológicos: predisposición genética, sensibilidad al estrés, dificultad para regular impulsos.
- Psicológicos: trauma, ansiedad, depresión, baja autoestima.
- Sociales: fácil acceso a comida barata y ultraprocesada, presión social, inseguridad alimentaria o haber crecido en entornos donde la comida se usaba como consuelo.
Es un fenómeno multifactorial. Y por eso, la solución no puede ser una dieta más.
La paradoja de la cultura de la dieta
Cuanto más se restringe algo, más se desea. Esta es la base del “efecto rebote”. Las dietas rígidas y culpabilizadoras no solo no funcionan a largo plazo, sino que pueden empeorar la relación con la comida. Lo prohibido se vuelve irresistible. La culpa se convierte en un detonante. Y el ciclo se perpetúa.
¿Qué puede hacer un coach de salud o nutrición?
Primero, entender sus límites. Los coaches no diagnosticamos. No tratamos trastornos. Pero sí podemos ofrecer algo que muchas veces falta: un espacio seguro y sin juicio.
Acompañamos en el proceso de reconstruir una relación más sana con la comida, ayudando a identificar desencadenantes, a explorar nuevas formas de autorregulación emocional y a buscar el trabajo junto con otros profesional cuando es necesario.
En lugar de contar calorías, exploramos:
- ¿Cómo me hace sentir esta comida?
- ¿Qué estoy intentando evitar cuando como así?
- ¿Qué recursos tengo para calmarme o cuidarme sin recurrir a la comida?
Si crees que podrías estar en esta situación, ¿por dónde empezar?
No se trata de culparte. Nadie elige tener esta lucha interna. Pero sí puedes dar un paso: reconocer lo que pasa y pedir ayuda.
Puedes empezar por:
- Observar tus patrones sin juzgarlos.
- Anotar tus emociones antes, durante y después de comer.
- Hablar con alguien de confianza.
- Buscar un profesional que entienda de salud emocional y conducta alimentaria.
La ayuda personalizada marca la diferencia
En un mundo lleno de consejos genéricos y soluciones rápidas, tener a alguien que camine a tu lado, que entienda el contexto de tu vida, tus emociones, tu historia, puede ser transformador.
Si estás cansada de sentir que fallas con cada nueva dieta, quizás no estás fallando tú. Quizás el enfoque no es el adecuado.
Un proceso de coaching no es mágico. Pero puede ser el principio de una relación más honesta y sostenible con tu cuerpo y tu alimentación.