¿Qué son los sesgos cognitivos?
La ciencia detrás de las malas decisiones: cómo los sesgos cognitivos nos engañan.
El cerebro utiliza sesgos cognitivos y heurísticos para procesar información de manera más eficiente y tomar decisiones más rápidas en situaciones complejas.
Los sesgos cognitivos son atajos mentales que nos permiten simplificar la información y reducir la complejidad de la toma de decisiones. Estos sesgos son útiles en situaciones donde no tenemos toda la información necesaria para tomar una decisión informada, por lo que el cerebro utiliza experiencias previas para llenar los vacíos.
Por otro lado, los heurísticos son estrategias mentales que nos permiten tomar decisiones rápidas y eficientes en situaciones complejas. Estas estrategias se basan en reglas generales y simplificaciones que nos ayudan a tomar decisiones con rapidez, incluso en situaciones donde no tenemos toda la información necesaria.
Aunque estos atajos mentales pueden ser útiles en ciertas situaciones, también pueden llevar a errores y juicios incorrectos. Por lo tanto, es importante ser conscientes de estos sesgos y heurísticos y tratar de evitarlos cuando sea necesario, especialmente en situaciones críticas donde las decisiones pueden tener consecuencias significativas.
La mayoría de los sesgos cognitivos son inconscientes, lo que significa que no somos conscientes de que estamos utilizando estos patrones de pensamiento y que pueden afectar nuestras decisiones y percepciones de manera importante.
Estos sesgos pueden afectar nuestra percepción de la realidad y llevarnos a tomar decisiones basadas en suposiciones erróneas.
Aquí te explicamos algunos de los más conocidos:
Sesgo de confirmación: Este sesgo nos hace buscar información que confirme nuestras creencias existentes, en lugar de buscar información objetiva y completa.
Por ejemplo, si crees que una dieta cetogénica es la mejor opción para la salud, podrías buscar información que confirme esa creencia, sin tener en cuenta estudios que pudieran demostrar lo contrario.
Sesgo de anclaje: Este sesgo nos hace fijarnos en un valor específico y luego tomar decisiones basadas en ese valor.
En el caso de la alimentación, podría ser fijarnos en una cantidad específica de calorías, grasas o carbohidratos, y luego basar nuestra dieta en esa cantidad, sin tener en cuenta otras variables importantes.
Sesgo de atención selectiva: Este sesgo nos hace prestar atención solo a ciertos alimentos o nutrientes, ignorando otros importantes.
Por ejemplo, si solo te preocupas por contar calorías, podrías estar descuidando otros aspectos importantes de la nutrición, como las proporciones de los macronutrientes que te pueden venir mejor en tu caso, la cantidad de gramos de proteínas por kilo de peso etc.
Efecto de status quo: Este sesgo nos hace resistir el cambio, incluso si ese cambio podría ser beneficioso.
Podrías resistirte a probar nuevos alimentos o a cambiar tu dieta, simplemente porque es más fácil seguir con lo que ya conoces.
Sesgo de ilusión de control: Este sesgo nos hace pensar que tenemos más control sobre nuestra dieta de lo que realmente tenemos.
Podrías creer que puedes controlar tu peso simplemente siguiendo una dieta determinada, sin tener en cuenta otros factores importantes como la genética, el descanso, la gestión del estres, el ejercicio, tu estado metabólico.
Sesgo de proyección: Este sesgo nos hace asumir que los demás tienen los mismos hábitos alimentarios y valores que nosotros.
Podrías juzgar a alguien por su dieta, simplemente porque no se ajusta a lo que tú consideras saludable, sin tener en cuenta sus necesidades y preferencias.
Sesgo de anchura: Este sesgo nos hace fijarnos en la cantidad en lugar de la calidad.
Por ejemplo, podríamos pensar que es mejor comer una gran cantidad de alimentos saludables, incluso si eso significa comer más calorías de las que necesitamos.
Sesgo de halo: Sucede cuando tomas un atributo positivo de alguien y lo extrapolas a todo lo demás sobre esa persona o cosa.
Por ejemplo, podríamos pensar que una dieta es buena porque la persona que la recomienda nos gusta, sin tener en cuenta otros aspectos como su calidad nutricional o si es adecuada para ti.
Sesgo de recency: Este sesgo nos hace dar más importancia a la información o experiencias más recientes, en detrimento de la información o experiencias anteriores.
Por ejemplo, podríamos pensar que una dieta funciona bien simplemente porque nos hizo perder peso la última vez que la seguimos, sin tener en cuenta si esa dieta es sostenible o saludable a largo plazo.
Sesgo de selección: Este sesgo nos hace centrarnos en los aspectos positivos de un alimento o dieta, mientras ignoramos los aspectos negativos.
Por ejemplo, podríamos pensar que un alimento es saludable simplemente porque contiene vitaminas, sin tener en cuenta si también contiene altas cantidades de azúcar o grasas.
Sesgo de disponibilidad: Este sesgo nos hace valorar más la información o experiencias que son más fácilmente accesibles o recordadas.
Por ejemplo, podríamos pensar que una dieta es efectiva simplemente porque conocemos a alguien que la ha seguido con éxito, sin tener en cuenta si esa dieta es adecuada para nuestras necesidades individuales.
Sesgo de primacía: Este sesgo nos hace dar más importancia a la información o experiencias que se presentan primero.
Por ejemplo, podríamos pensar que una dieta es buena simplemente porque es la primera que hemos oído hablar, sin tener en cuenta otras opciones disponibles.
Sesgo de familiaridad: Este sesgo nos hace preferir los alimentos o dietas que nos resultan familiares.
Por ejemplo, podríamos preferir alimentos procesados y envasados simplemente porque estamos más acostumbrados a comerlos que a alimentos frescos y naturales.
Sesgo de credibilidad: Este sesgo nos hace valorar más la información o experiencias que provienen de fuentes que consideramos creíbles.
Por ejemplo, podríamos pensar que una dieta es efectiva simplemente porque está respaldada por una celebridad o un influencer de las redes sociales, sin tener en cuenta la evidencia científica real.
Sesgo de autoconfirmación: Este sesgo nos hace buscar y prestar más atención a la información que confirma nuestras creencias existentes.
Por ejemplo, podríamos buscar información que respalde nuestra idea de que los carbohidratos son malos, en lugar de considerar la evidencia científica que muestra que los carbohidratos son una fuente importante de energía.
Sesgo de efecto esperado: Este sesgo nos hace ver lo que esperamos ver.
Por ejemplo, podríamos pensar que un suplemento dietético nos dará más energía, simplemente porque esperamos que lo haga, en lugar de evaluar objetivamente si el suplemento tiene algún efecto real.
Sesgo de sobreconfianza: Este sesgo nos hace creer que conocemos más sobre nutrición y dietas de lo que realmente sabemos.
Por ejemplo, podríamos creer que estamos siguiendo una dieta equilibrada y saludable, simplemente porque nos parece que estamos haciendo lo correcto, sin tener en cuenta si estamos cumpliendo realmente con nuestras necesidades nutricionales.
Sesgo de confirmación negativa: Este sesgo nos hace buscar información o experiencias que confirmen nuestras creencias negativas sobre los alimentos o dietas.
Por ejemplo, podríamos evitar comer frutas y verduras simplemente porque creemos que no nos gustan, sin darles una oportunidad real y sin considerar sus beneficios para la salud.
Sesgo de atribución: Este sesgo nos hace atribuir los éxitos o fracasos en la dieta a causas externas en lugar de internas.
Por ejemplo, podríamos culpar a nuestros horarios de trabajo ocupados por no poder seguir una dieta saludable, en lugar de reconocer nuestra propia falta de compromiso o motivación.
Sesgo de efecto fundamental: Este sesgo nos hace dar más importancia a ciertos aspectos de la dieta, en detrimento de otros.
Por ejemplo, podríamos pensar que el conteo de calorías es lo más importante en una dieta, en lugar de considerar también la calidad y la variedad de los alimentos.
Sesgo de continuidad: Este sesgo nos hace resistir el cambio en la dieta o las preferencias alimentarias, incluso cuando ese cambio podría ser beneficioso para nuestra salud.
Por ejemplo, podríamos negarnos a probar alimentos nuevos simplemente porque no son familiares, en lugar de darles una oportunidad real y evaluar si podrían ser una adición saludable a nuestra dieta.
Sesgo de autoridad: Este sesgo nos hace valorar más la información o experiencias que provienen de fuentes de autoridad, como médicos o nutricionistas.
Por ejemplo, podríamos creer que una dieta es efectiva simplemente porque un médico nos la entrego, sin tener en cuenta quizás que era una dieta tipo no adaptada a mis circunstancias.
Sesgo de subjetividad: Este sesgo nos hace tomar decisiones alimentarias basadas en emociones o preferencias personales, en lugar de en la evidencia científica o nutricional.
Por ejemplo, podríamos comer alimentos altos en grasas y azúcares simplemente porque nos hacen sentir bien, en lugar de considerar sus efectos negativos en nuestra salud.
Sesgo de confirmación social: Este sesgo nos hace adoptar las preferencias alimentarias y las dietas de nuestro grupo social, en lugar de tomar decisiones basadas en nuestras propias necesidades y preferencias.
Por ejemplo, podríamos seguir una dieta de moda simplemente porque nuestros amigos o compañeros de trabajo lo están haciendo, en lugar de considerar si esa dieta es adecuada para nuestras propias necesidades nutricionales.
Sesgo de no revisión: Este sesgo nos hace resistir la revisión y actualización de nuestras creencias y conocimientos sobre nutrición y dietas.
Por ejemplo, podríamos seguir recomendaciones dietéticas anticuadas simplemente porque son familiares y cómodas, en lugar de considerar la evidencia científica actualizada y las nuevas tendencias dietéticas.
Sesgo de resultado esperado: Este sesgo nos hace esperar y anticipar ciertos resultados de la dieta, en lugar de evaluar objetivamente los efectos reales de la dieta en nuestra salud y bienestar.
Por ejemplo, podríamos esperar perder una cierta cantidad de peso en un tiempo determinado, simplemente porque esa es nuestra expectativa, en lugar de considerar si estamos haciendo los cambios necesarios en nuestra dieta y estilo de vida para lograr ese resultado.
Espero que estos ejemplos te hayan dado una idea de cómo los sesgos cognitivos pueden afectar nuestra forma de pensar y tomar decisiones.
Recuerda que, aunque puede ser difícil eliminar completamente estos sesgos, si eres consciente de ellos puedes empezar a tomar decisiones informadas y objetivas.
Si quieres saber como trabajamos con los sesgos cognitivos para ayudarte a tomar mejores decisiones y que no saboteen tus objetivos de peso y salud,