No te gusta hacer ejercicio. ¿Y qué?
No disfrutar del ejercicio no te convierte en una persona perezosa, ni fallida, ni rota. Simplemente significa que eres humana.
A pesar de que el movimiento corporal tiene beneficios bien documentados para la salud física y mental, muchas personas no sienten ninguna motivación para ejercitarse. Y esto es normal.
Entender el porqué de ese desagrado es el primer paso para encontrar formas alternativas, más sostenibles y realistas, de cuidar tu salud.
¿Por qué no me gusta hacer ejercicio?
Hay varias razones legítimas:
- Experiencias negativas en el pasado: Ser la última persona elegida en deportes escolares, sentir vergüenza en vestuarios, o sufrir burlas por tu cuerpo deja huella. Si tu memoria muscular está cargada de incomodidad emocional, es normal evitar repetirla.
- Dolor o incomodidad física: Para quienes viven con dolor crónico, limitaciones de movilidad o fatiga constante, moverse no es energizante, es agotador. El esfuerzo tiene un coste.
- Percepción del ejercicio como castigo: Si lo ves como una penitencia por comer, un reto extremo, o algo solo válido si “quemas calorías”, no sorprende que tu motivación sea baja.
- No te identificas con la cultura fitness: No todos quieren ser parte de la narrativa del gimnasio, los suplementos, los “retos” o los entrenamientos extremos. Si no te ves ahí, no tienes por qué forzarte.
¿Y qué pasa con el famoso “subidón de endorfinas”?
Sí, algunas personas lo sienten. Pero no es automático ni universal. La doctora Helen Kollias dice: “La respuesta a las endorfinas es difícil de medir. Varía mucho entre individuos.”
Así que no, no estás anormal si después de entrenar no sientes euforia. Y no necesitas ese “subidón” para que el movimiento sea útil.
¿Qué hago si detesto el ejercicio?
Aquí va una idea poco intuitiva: deja de intentarlo.
Haz un experimento. Pasa unos días sin forzarte a moverte. Observa. Tal vez tu cuerpo empiece a pedir un paseo, un estiramiento, un cambio de posición. Tal vez no. Pero al quitarte la presión del “deberías moverte”, abres espacio para el deseo real de hacerlo.
También puedes empezar por otras áreas que te resulten más atractivas: dormir mejor, comer más vegetales, tomar más agua. Todo eso cuenta como autocuidado. El movimiento puede venir después.
Movimiento ≠ Ejercicio
La palabra “ejercicio” viene cargada de reglas, rutinas, ropa técnica y culpa. En cambio, “movimiento” es más amplio: caminar al mercado, bailar mientras cocinas, estirarte al despertar, jugar con tu perro, cargar bolsas, subir escaleras.
Todo cuenta.
Adoptar la mentalidad de que el cuerpo fue hecho para moverse de muchas formas, no solo con ejercicios de 45 minutos en una app puede ayudarte a crear una relación menos tensa con la actividad física.
¿Tengo que moverme mucho para que valga la pena?
No. Las guías hablan de 150 a 300 minutos semanales de actividad moderada. Pero eso no significa que tengas que empezar por ahí.
Empieza por 5 minutos. Luego 10. Luego lo que puedas sostener. Divídelo en bloques. O tómate un año entero para llegar a los 22 minutos diarios. No hay prisa. Tu salud no se construye en una semana.
¿Cómo encuentro algo que me guste (o al menos, no odie)?
Prueba la regla de los 10 minutos: haz algo nuevo durante 10 minutos. Si lo odias, paras. Si no, sigues un rato más.
Haz una lista de movimientos que te intriguen (sí, también puede incluir jardinería o limpiar con música a todo volumen).
No se trata de encontrar tu gran pasión. Se trata de encontrar algo tolerable que puedas repetir.
La trampa de las expectativas irreales
Si crees que “hacer ejercicio” significa estar en modo bestia, tener resultados visibles en un mes, o transformarte en atleta… vas directo al agotamiento.
Mejor apóyate en expectativas amables: que sea tolerable, que te deje una sensación de bienestar, que no arruine tu día. Eso es más que suficiente.
Muévete porque te importa tu cuerpo, no porque lo odias
Tratarte con autocompasión es más efectivo que la culpa. La investigación lo respalda: las personas que se hablan con amabilidad son más constantes en sus hábitos saludables.
El objetivo no es que te enamores del ejercicio. El objetivo es que puedas moverte como un acto de cuidado, sin necesitar castigarte por no hacerlo “perfecto”.
Resumen y claves:
- No te tiene que gustar el ejercicio para cuidar tu cuerpo.
- El “subidón de endorfinas” no es para todos.
- Empieza poco a poco. Ajusta tus expectativas.
- Piensa en “moverte más” en lugar de “entrenar duro”.
- Sé amable contigo.