Cuando literalmente todo se derrumba

Vamos a compartir la historia de nuestra clienta y amiga Lola según sus propias palabras porque creo que quizás pueda ayudarte a entender que incluso en los momentos mas duros tenemos la posibilidad de hacer cambios significativos en nuestra vida, que marquen un rumbo muy distinto de ahí en adelante

Así ha escrito ella misma su experiencia

«Pasé de tener una profesión maravillosa, un matrimonio estable y un físico envidiable a quedarme en paro, abandonada por mi marido y con más de 20 kilos de sobrepeso.»

Es verdad que la vida de una mujer en la cincuentena puede llegar a complicarse mucho, tanto como la de cualquiera, pero en mi caso, mi vida, efectivamente, se complicó bastante.

Evidentemente no ocurrió de la noche a la mañana, pero ocurrió.

Una cosa llevó a la otra y yo perdí gradualmente mi salud, mi ilusión, la alegría de vivir… y me convertí en una mujer desconocida que arrastraba un cuerpo extraño cuyo rostro abotargado me miraba aturdido desde los espejos

¡Seis tallas más!

Se dice pronto.

Me diagnosticaron una enfermedad grave y dejé de fumar; me propuse una vida sana y esto, para mí, era comer, únicamente, comida “buena” de calidad. Es decir, no un chorizo cualquiera, no, uno de Salamanca, el mejor, el más caro. Y, como era el mejor, me lo zampaba en dos días.

Eso es lo que hacía; comer comida “de calidad”, pero lo hacía constantemente, a todas horas, en grandes proporciones.

La ansiedad que disimulaban los cigarrillos se manifestó, con virulencia, al abandonar el hábito y me llevó a sustituir el tabaco por todo tipo de alimentos, dulces, sobre todo.

Me volví una gran aficionada a los helados, pero “de los buenos” y una experta en chocolates y pasteles. Engordaba por días.

Había entrado, por inercia, en un circulo vicioso que parecía no tener límite, estaba cada vez más desanimada, más fastidiada y más gorda. Casi había tirado la toalla.

Llegó el verano y también las deseadas vacaciones. Con angustia comprobé que todos mis bikinis se habían quedado diminutos y tuve que comprarme un bañador talla XXL. Me costó un pastizal, pero, al menos, cubría amablemente todo lo que le sobraba a mi nuevo cuerpo grande.

Recordé cuando pasé por quirófano y el anestesista, tratando de echarle humor, preguntó, palpando mi barriga

– ¿Todo esto es tuyo? –

Allí, frente al espejo del probador, por primera vez, se me saltaron las lágrimas.   

Y un día, en la playa, al atardecer, mientras comparaba mi nueva humanidad con la de otras mujeres más alegres, recibí una llamada de Germán, un antiguo amigo mío al que no veía desde hacía muchos años.

Llamaba desde Madrid y me preguntó amablemente

– ¿Qué tal Lola? ¿Cómo estás?

– Y no pude devolver la cortesía con el típico “Bien, ¿qué tal tú?”.

Respondí sin paliativos

– ¡Gorda! ¡Estoy gorda! ¡Soy la más gorda de todas las mujeres que estoy viendo en esta playa!

Hubo un instante de silencio

Y después él recondujo la conversación y yo me encontré, finalmente, explicando la frustración y el malestar que me producía haber adquirido un sobrepeso indeseable.

Germán me escuchó con simpatía y me animó, pero yo ya no confiaba en poder solucionar semejante envergadura así es que él terminó proponiéndome hablar cuando volviera a Madrid.

– Yo puedo ayudarte – me dijo

– Vas a perder todos esos kilos. Vas a alcanzar el peso que te propongas, te lo aseguro

La verdad es que no le creí, ya he dicho que yo casi había tirado la toalla, pero agradecí la confianza. Quedó en llamarme para iniciar una propuesta que devolviese a mi ser el cuerpo que se merecía, las dimensiones y peso adecuados.

Y así fue, a primeros de septiembre, se puso en contacto conmigo, me pidió que le enviase mis medidas, mi peso  y otros datos necesarios para trazar mi perfil y elaborar, en consecuencia, una propuesta nutricional personalizada.

Unos días después fijamos el peso al que tendría que llegar, había que eliminar 20 kilos. 

Y nos pusimos a ello.

El proceso fue efectivo desde el principio:

Pautas concretas, hábitos claros, consulta cada semana, revisión de peso y medidas, atención a los cambios, resolución de dudas, seguimiento constante y activo por su parte. 

Es decir, acompañamiento real.

Nunca estuve sola en el proceso, Germán me fue guiando con suave firmeza, me brindó infinidad de recursos y me ayudó a descubrir mis propias claves  para entender por qué yo había ganado tantos kilos, pero, sobre todo, lo más importante, me enseñó qué tenía que hacer para eliminarlos, me enseñó cómo quitármelos de encima.

Y no fue complicado.

Nunca pasé hambre, mi ansiedad se redujo notablemente en la medida en que empecé a poner en práctica nuevos hábitos que él me iba sugiriendo.

Cada hábito saludable desplazaba un antiguo hábito insano.

Mi cuerpo respondió agradecido en cuanto aprendí a escucharme y a cuidarme.

Y, en todo ese tiempo, mi vida no fue un camino de rosas, tuve que afrontar dificultades enormes en ámbitos diversos, pero me aferré a ese proceso porque enseguida comprendí que significaba mucho más que un número en la báscula.

Significaba recuperar el control sobre mi vida, tomar las riendas.

El sobrepeso solo era la manifestación de un desequilibrio íntimo, el resultado de un dolor porque, a veces, la vida se complica, la vida duele y uno se descuida.

El sobrepeso siempre es una llamada de atención hacia nosotros mismos, hay que escuchar al cuerpo, hay que atenderlo. Hay que buscar ayuda. 

Diez meses después de iniciar el proceso yo estaba en mi peso normal, pesaba 63. Entraba en los vaqueros y volvía a usar bikini. No había celulitis, ni panza, ni papada.

Y no era un milagro, era solo el resultado de un trabajo eficaz porque, yo no hice “una dieta”, yo aprendí a comer bien, a alimentarme correctamente y evitar el sedentarismo, es decir, a cuidarme y respetarme.

Cambié mi estilo de vida y el resultado fue óptimo; una importante experiencia vital. Un aprendizaje, sin duda, trascendente.

Por eso recomiendo a Germán y a su equipo, porque tengo muy claro que, sin él, no lo habría logrado, nada de esto hubiera sido posible. Y no me cansaré de agradecer su rigor, su buen hacer, su paciencia y su cariño. Es un lujo.»

Y aquí te doy mi versión del proceso de Lola

Lola es una amiga de mi adolescencia. Como ella cuenta llevábamos sin tener contacto más de 25 años cuando tuvimos la conversación que inició su proceso de cambio y que la llevó entre otras cosas a quitarse 20 kilos de peso.

Pero había mucho más en juego en aquellos momentos que esos 20 kilos.

Recuerdo un día en concreto donde todo se le vino encima literalmente.

Estaba en su cama todavía medio dormida cuando escuchó un crujido. En ese mismo momento se le acercó su perro Simba y la miró con cara de preocupación. Ella de manera instintiva saltó de la cama y unos segundos después el techo se derrumbó con un tremendo estruendo, sobre donde había estado durmiendo, unos segundos antes.

Recuerdo las fotos que me envió, cuando estaba todavía en shock y se había librado de una muerte casi segura.

Lo cierto es que aquello era una analogía de lo que estaba sucediendo en su vida.

Todo se derrumbaba, su trabajo, su relación de pareja de mas de 25 años, su salud, su economía, y ahora finalmente se venía abajo su propia casa.

Lo único que la mantenía centrada frente a todo lo que desaparecía en su vida, era el proceso de cambio de hábitos nutricionales que había iniciado.

Era lo que verdaderamente estaba bajo su control.

Estaba en su mano que no se deteriorara como el resto y a eso se aferró con todas sus fuerzas.

Se centró en dedicarse tiempo a cuidarse ella misma cuando nada parecía estar a su favor

Su evolución la mantenía motivada, semana tras semana era su tabla de salvación. Sus resultados, su bienestar, su responsabilidad, sentirse con el control por fín en algo.

Todo esto era lo que le permitía mantenerse a flote en medio de aquel Tsunami.

Es una persona tremendamente valiente y se comprometió en un momento extremo, a poner por delante de todo, su propio autocuidado,  apostó por ella misma cuando nadie ya lo hacía.

Es en estas situaciones cuando a veces tomamos las decisiones que hemos pospuesto durante años a pesar de que sabemos que son importantes para nosotros.

En esos momentos, como por ejemplo cuando recibimos un diagnóstico médico desfavorable cuando la prioridad es por encima de todo, NOSOTROS.

Nuestra especialidad es facilitar los procesos de cambio y poner fácil lo que se ha vuelto difícil.

Yo a veces a las personas que vienen a consulta después de pasar por todo tipo de dietas restrictivas.

Les digo:

“Mira, piensa y escucha lo que te voy a decir…

A veces vamos acumulando experiencias que interpretamos y sentimos como fracasos a lo largo de años. Uno tras otro, uno tras otro, uno tras otro

Son como ceros, que se van sumando

Y así nos sentimos sumando 0+0+0+0+0+0 = a cero

Y nuestra sensación es que no valen para nada

Pero…

Llega un día en que consigues algo que no es un cero…es un… 1 !

y se pone por delante de esos ceros y entonces se produce la magia del cambio

1 +0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 = ahora tiene sentido!

Ahora entiendo.

Creo que a esto lo llaman tener un insight ó una serendipia, yo lo llamo un orgasmo existencial

¿Me sigues?

Ese 1 pueden ser muchas cosas

Una persona con la que inicias una relación y te enamoras, un cambio de trabajo, un hijo que llega a tu vida, un dejar ciertos hábitos que no te benefician, unos nuevos hábitos que te impulsan en otra dirección.

Para cada persona ese 1 suele ser diferente.

Ese 1 aunque suele ser un momento mágico, no es que llegue así por arte de magia caído del cielo.

Ese 1 normalmente lo pones tú, cuando decides lo que necesitas y vas a por ello.

Nuestros planes de coaching nutricional han supuesto ese 1 que ha dado sentido a muchos «fracasos» en la vida de nuestros clientes.

Puedes leer mas testimonios aqui

No sé si puede serlo para ti también, no te conozco todavía.

Si quieres ver si lo que te ofrecemos es el 1 que podría marcar también una diferencia en tu vida…

Cuéntame sobre ti aquí 


PD1 : Para mi trabajar con mis clientes es poner ese 1 delante de MIS ceros,

Germán C. – Dir. CoachingNutricional.pro

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