8 preguntas y sus respuestas sobre el Estrés
Cuando hablamos de estrés, la mayoría piensa en algo negativo.
Pero como casi todo en la vida, hay matices. Este artículo responde a las preguntas más comunes que tienen nuestros clientes sobre el estrés y por qué no todo lo que creías sobre él es cierto.
¿Es malo estar estresado?
No necesariamente. De hecho, necesitamos algo de estrés para funcionar. Nos da energía, dirección y propósito. El problema aparece cuando el estrés se vuelve crónico y no damos espacio para recuperarnos. Ahí es cuando se convierte en un riesgo real para la salud: enfermedades cardiovasculares, ansiedad, problemas digestivos, entre otros.
Lo importante no es eliminar el estrés, sino encontrar un punto óptimo. Como un buen entrenamiento: tiene que retarte, pero también permitirte descansar después.
Tu percepción del estrés importa (y mucho)
Dos personas pueden vivir la misma situación y sentirla completamente diferente. Una puede verla como una oportunidad. La otra, como una amenaza. La diferencia está en cómo interpretan el estrés. Y esa percepción cambia todo: tu estado emocional, tus decisiones y hasta lo que ocurre a nivel hormonal.
Cambiar cómo ves el estrés no es magia, es práctica. Puedes empezar por preguntarte: ¿Esto que siento puede ayudarme a crecer o a fortalecerme?
Estrés agudo vs. crónico
El estrés agudo es ese subidón rápido: te acelera, te enfoca, te activa. Es parte del sistema de «lucha o huida» y está diseñado para situaciones puntuales. Pero si no hay pausa ni recuperación, se vuelve crónico. Y ahí aparecen síntomas como agotamiento, insomnio, ansiedad, antojos intensos, problemas digestivos o baja libido.
Un buen resumen sería:
El estrés agudo te impulsa. El estrés crónico te desgasta.
¿Es estrés o ansiedad?
Aunque se parecen, no son lo mismo. El estrés suele tener una causa clara: una fecha límite, una conversación difícil, una situación concreta. Cuando esa situación se resuelve, el estrés desaparece.
La ansiedad, en cambio, tiende a quedarse. Es una sensación de amenaza constante, aunque no haya nada urgente delante. Y muchas veces está alimentada por pensamientos distorsionados o anticipaciones catastróficas.
Ambos se pueden trabajar con herramientas similares, pero si la ansiedad es persistente, lo recomendable es buscar apoyo profesional.
¿El estrés engorda?
Más bien cambia cómo comes. El estrés agudo puede hacerte perder el apetito, pero el estrés crónico eleva el cortisol, lo que te lleva a buscar comida calórica, rápida y reconfortante. No es raro que mucha gente diga: «como sin hambre», o «tengo antojos todo el tiempo«.
Por eso es más útil mirar qué hábitos cambian bajo estrés en vez de pensar que el estrés “engorda” por sí solo.
¿Cómo dejo de comer por estrés?
La clave está en observar los patrones: ¿cuándo, cómo y por qué comes cuando no tienes hambre real? La mayoría de personas no lo hace porque tenga “falta de fuerza de voluntad”, sino porque hay un desencadenante emocional o situacional que activa ese comportamiento.
Identificar esos momentos es el primer paso. Luego se pueden buscar otras formas de respuesta más útiles o neutrales. Respirar, moverse, escribir, hablar, pausar.
¿Cómo elimino el estrés?
No puedes. Y no deberías querer hacerlo.
El estrés es parte natural de una vida activa, significativa y con vínculos. El objetivo no es erradicarlo, sino gestionarlo mejor.
Una herramienta útil aquí es el ejercicio de las Esferas de Control: distinguir entre lo que puedes controlar, influenciar o simplemente aceptar. Esto reduce la frustración y ayuda a enfocar tu energía donde sí puede marcar la diferencia.
¿Qué puedo hacer ya para sentirme mejor?
No subestimes el poder de lo simple:
- Respira mejor: La técnica de Respiración en Caja (inhala 4 segundos, retén 4, exhala 4, retén 4) ayuda a calmar tu sistema nervioso y volver al presente.
- Muévete: El movimiento físico libera tensión y mejora el estado de ánimo.
- Descansa de verdad: A veces la solución no es quitar tareas, sino recuperar mejor entre ellas.
- Cuida tu alimentación básica: Nada de fórmulas mágicas. Comer suficiente, hidratarte, priorizar alimentos reales y masticar con calma ya son grandes actos de autocuidado.